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  lunes 6 de noviembre de 2006 enviar por email versión para imprimir
  OPINION
¡Qué tiempos!

Redacción | DIAaDIA

Los zapatos nuevos brillaban al lado de la cama, mientras la camisa, el peticote, las medias y la falda, aguardaban su turno de uso guindados en una percha.

Hasta en estas piezas se proyectaba la emoción que su dueña sentía por desfilar el 3 de noviembre.

Cada noche del 2, las sacaba del guardarropa y las colocaba cuidadosamente a la mano. No podía fallar ningún detalle. Todo debía estar en orden para el gran acontecimiento.

En la mañana del 3, nadie tenía que llamarla para que se levantara. ¡No, qué va! Ese día, tempranito se bañaba y desayunaba con la alegría desbordándosele por los poros, a diferencia de los días "normales" en que tenía la madre que amenazarla con meterle un rebencazo si no se levantaba para ir a la escuela.

Salir de la casa y llegar al palacio municipal para cantar el himno y luego empezar a desfilar, era el clímax del día. Nada superaba esos momentos. Tan, tan, tan, tararán... izquierda, derecha, izquierda... hombros erguidos...

Esa era yo, esta periodista empedernida, en los tiempos de colegio hace "pocos" años, cuando el 3 y el 4 de noviembre eran fechas sublimes, y el estudiante vivía deseando que llegaran por fin.

Eran tiempos en que una cinta de cuadro de honor podía subirte al cielo. Bueno, también bajarte de un sólo tajo. Al menos a mí me pasó un 28 de noviembre en La Chorrera.

Llevaba yo, junto al compañero del Rodolfo Chiari de Aguadulce, Angel Santos Campos, la bandera... ¿o era el estandarte? No recuerdo, pero lo que sí recuerdo es que un jovencito me preguntó que si yo me creía digna de llevar esa cinta tricolor en el pecho. Con orgullo de juventud mal entendido, le dije que sí. Y él me respondió: ¡pruébalo! ¿Cómo?, le pregunté. "¿Podrías declamar las famosas rimas de Becker?".

¡Dios mío, no me las sabía! Quise cerrarle su bocota de un trompón por dejarme en ridículo. Enseguida, muy avergonzada, me quité la cinta y me la metí al bolsillo de la camisa.

¡Qué tiempos aquellos! ¿Serán iguales ahora? Por lo que veo, no... ¿o será que lo digo porque ya no soy la protagonista?

 

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