Al lugar, llegó la hermana María Esperanza López, quien tiene siete años de convivir en la comunidad. Ella se colocó en la entrada de la vivienda de la familia Acosta para evitar su desalojo, pues al momento de la acción sólo había cuatro menores de edad dentro de la casa.

Para el desalojo, llegaron policías, quienes al ver la resistencia de las personas por salir del lugar y los molestos vecinos, echaron gas pimienta. Aunque María Esperanza intentaba detener a los policías, éstos la tomaron y la pusieron a un lado para seguir con su labor.

La hermana se acostó en la calle, pues catalogó la acción como inhumana; su vestido blanco quedó mojado y chocolate por la tierra. Luego, se sentó sobre la cerca derribada y con tristeza e impotencia observó cómo los niños de la casa lloraban, cuando sacaban los muebles. Ellos aducen que pagaron por los terrenos a una compañía y ahora resulta que era de otros dueños. Se cree que habrá unos 200 desalojos más.