Quizás para algunos esta columna les parezca un poco adelantada, pues estamos en noviembre y las fiestas patrias todavía no han finalizado.
Hace algunas semanas, tuve la oportunidad de hacer una nota humana en una región muy humilde de la capital, en donde una familia vivía en situaciones deplorables que les impide tener una buena alimentación, teniendo hasta tres días sin comer.
¿Cuántas veces renegamos por cosas innecesarias? En muchas ocasiones, en momentos de rabia o estrés, no tenemos control sobre nuestras palabras y es allí cuando no vemos lo afortunados que somos al tener salud, alimento, educación, vivienda, vestido, en fin, podemos tener problemas que nos pueden dar dolores de cabeza de vez en cuando, pero no representan el fin del mundo.
En este punto me incluyo, pues los que me conocen saben que por cualquiera cosita me estreso. Pero, hay momentos en donde se ve a otras personas que, a pesar de tener una situación triste, tratan de mantener la fe y la esperanza de tener una vida mejor.
Regalos por aquí, pavos por allá son algunas de las cosas que se ven para las fiestas venideras, pero hay que recordar que es tiempo de compartir con quienes lo necesitan.
Se han puesto a pensar: ¿cómo pasan Navidad aquellos niños huérfanos que no tienen a nadie que vele por ellos o les dé regalos? o ¿qué harán esas familias que, a pesar de estar completas, no tienen ni siquiera un pedazo de pan que alivie el hambre que los ha azotado durante días?
Si se le presenta la oportunidad de dar algo, un juguete, una bolsa de comida, ropa a quien no los tiene, hágalo, no lo dude.
La vida da muchas vueltas y nunca se sabe qué nos puede pasar en un futuro. Antes lo he hecho y créame que la satisfacción es increíble.
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