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  domingo 1 de enero de 2006 enviar por email versión para imprimir
  OPINION
HISTORIA
Dos bofetadas

Redacción | DIAaDIA

Juanito Pierdedía era un gran viajero que llegó una vez a un pueblo en que las esquinas de las casas eran redondas y los techos no terminaban en punta, sino en curva. A lo largo de la calle corría un seto de rosas, y a Juanito se le ocurrió ponerse una en el ojal. Mientras cortaba la rosa estaba muy atento para no pincharse con las espinas, pero en seguida se dio cuenta de que las espinas no pinchaban; no tenían punta y parecían de goma, y hacían cosquillas.

De detrás del seto apareció sonriente un guardia municipal.

-¿Sabe que está prohibido cortar rosas?

- Lo siento, no había pensado en ello.

- Entonces pagará sólo media multa - dijo el guardia, muy amablemente.

Juanito observó que el guardia escribía la multa con un lápiz sin punta, y le dijo:

- Disculpe, ¿me deja ver su espada?

-¡Cómo no! -dijo el guardia.

Y tampoco la espada tenía punta.

-¿Pero qué clase de país es éste? - preguntó Juanito al guardia.

- Es el País sin punta - respondió. - Y ahora, por favor, deme dos bofetadas. Juanito abrió la boca asombrado.

- Por favor, no quiero terminar en la cárcel por ultraje a la autoridad.

- Pero aquí se hace de esta manera - le explicó amablemente el guardia-. Por una multa entera, cuatro bofetadas; por media multa, sólo dos. Así, como es tan odioso pegarle a un guardia, evitan hacer algo que vaya contra la ley.

- Pero yo no le quiero dar ni siquiera un soplido en la mejilla; en lugar de las bofetadas le haré una caricia.

- Siendo así - concluyó el guardia-, tendré que acompañarle hasta la frontera.

 

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