Los cientos de elogios que le han llovido a Pekín en el recién concluido 2007 por la meticulosidad y destreza con que lleva a cabo los preparativos para los Juegos, no han podido ocultar sus dos cuentas pendientes para el año olímpico: los derechos humanos y la polución.
Se trata, sin embargo, de dos cuestiones que China aborda de maneras diametralmente opuesta; mientras que considera todas las opciones que le permitan ofrecer a los atletas un aire respirable para la alta competición.
Diferentes ONG internacionales han denunciado además abusos a los trabajadores empleados en construcciones olímpicas, la obstrucción a organizaciones que previenen y educan sobre el SIDA.
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