Lo más valioso de Ernesto es que, a pesar de ser invidente, esta discapacidad no es impedimento para que realice su trabajo con mucha dedicación y eficiencia. Además de mensajero, es un excelente músico, por lo que ha tocado con reconocidos exponentes de la música típica panameña.

Fue en una actividad bailable del desaparecido Ñato Califa que Ernesto perdió la vista, cuando el equipo de sonido le cayó en la cara. En ese trágico momento, solo tenía 25 años, por lo que sintió que el mundo se le venía encima.

El haber quedado ciego tan joven lo puso muy triste, pero después de un tiempo comprendió que tenía que seguir viviendo, así que se dispuso a aprender a manejarse en las tinieblas.

Sin la ayuda de nadie, aprendió a manejar su discapacidad visual. Una vez logró rehacer su vida, encontró en el IPHE un trabajo estable con el cual puede apoyar a su mamá.

Es así como todos los días se levanta a las 5: 30 a.m. para salir de su casa, ubicada en Panamá Viejo, para dirigirse a su trabajo en el IPHE, en Betania. Pero los sueños de este incansable hombre van más allá, pues sueña con ingresar a la universidad para estudiar música.

Por su carisma y los piropos que les dice a sus compañeras de trabajo, es muy querido por todos, ya que siempre tiene una palabra de aliento cuando más se necesita. Además de mensajero y músico, fue pintor, ya que antes de quedar ciego cursó estudios en la Escuela de Artes Plásticas, que estaba ubicada en San Felipe.

RESPONSABLE
Cuando Ernesto empezó a trabajar en el IPHE, solo ganaba B/18.00 quincenales.