El taxista, al igual que suele suceder en Panamá, cortó camino por todas las calles que pudo para llegar más rápido al estadio Cuscatlán.
"Usted disculpe Ba (gentilicio salvadoreño), pero si no lo hago así no llegamos nunca y ahoritica se va a dar cuenta de lo que le digo".
De mi parte, ni le conteste porque no conozco esas calles. Así que seguimos.
De repente un tranque de "Padre y Dios nuestro". Duró más de 30 minutos. Finalmente, le dije al taxista, déjeme en la esquina y yo camino hasta el estadio, que estaba a unos 25 metros.
Subiendo hacia el estadio, pensé que aquello era un carnaval, una noche de fiesta en el Cuscatlán.
Fue una experiencia inolvidable que viví el el pasado lunes con el choque entre El Salvador y Guatemala, en la Copa de Naciones de la UNCAF.
EN EL ESTADIO
Los vendedores dentro del estadio estaban por todos lados. Desde chorizos, cigarrillos, bufandas, sodas, chicles, chicharrones, platanitos, yucas fritas, cervezas y mucho más. Había de todo para consumir, a precios módicos.
¡ESPECTACULAR!
El partido ya había entrado en calor. Cada jugada, cada acción era gritada por la multitud, en su mayoría salvadoreños, obviamente. Al igual que los panameños, por los aires volaban cervezas. Entre fanáticos de uno y otro equipo se gritaban cosas. Y a la hora de cobrar los tiros de esquina, le tiraban botellas de agua a los "chapines". Eso fue efervescencia total. Adrenalina en su máxima expresión.
El ambiente de fútbol continuó durante todo el partido. Sólo faltó el grito del goool.
¡INCREIBLE!
Esa noche fui testigo de la mejor entrada de lo que va del torneo: 15 mil 432 fanáticos, que dejaron en taquilla 61 mil 716 dólares.
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