"Hay que comenzar a desatraparse, destarjetarse, desmaquinarse y descomercializarse para empezar a encontrarnos con quien somos y con quien queremos ser, si es que realmente nos está permitido. Y también empezar a desencontrarnos con esos fantasmas que nos hacen infelices". Rodolfo A. de Gracia R.
¿Desatraparnos? ¿De qué tendremos necesidad de liberarnos? ¿Acaso vivimos encerrados en una trampa? Posiblemente con la desaparición en Europa de los estados totalitarios prosoviéticos y el hecho de que los regímenes militares en Latinoamérica pasaron de moda, nos sea difícil admitir que hay que comenzar a desatraparnos.
Quizás debamos desatraparnos de la creencia de que existimos sólo si gastamos. No importa cuanto se gaste, ni si gastamos lo que nos sobra. Tal vez la trampa consiste en reducirnos a una chequera. Porque las chequeras están hechas de papel y nosotros de carne y hueso. ¿O no?
Tal vez debamos desatraparnos de la vida divertida, esa que se parece a la visita permanente a un parque de diversiones, donde montamos todos los aparatos, recorremos en ellos miles de metros (todos en círculo) y nunca salimos de la hectárea y media que tiene de extensión el parque. Quizás la trampa consiste en reducirnos a un derrame de adrenalina en el torrente sanguíneo. Somos algo más que una emoción, somos buscadores de virtudes y conocimiento. ¿O no?
Quizás debamos desatraparnos de la permisividad resumida en esa absurda máxima "de vive y deja vivir", como que dejar vivir consiste en tolerar que un amigo se mate con cocaína. Tal vez la trampa consiste en reducirnos a observadores de la vida. De repente, la vida es algo muy complejo y no se nos permite reducirnos a una sola cosa. De pronto todos los días estamos obligados a preguntarnos: "¿De qué tengo que desatraparme hoy?". Y hacer algo al respecto.
|