Llena de vida. Un rosario chocolate de madera y un bastón metálico son los compañeros inseparables de doña María Cardoze de Gallardo. A sus 101 años goza de una vitalidad y lucidez envidiables.
En la Avenida 3 de Noviembre, del distrito de Parita, Herrera, está su casa. Allí, sentada en su cómoda silla mecedora contó que en sus tiempos mozos cargó leña, tostó café, piló arroz y maíz, y hasta hacía los famosos bollos chiricanos con coco, miel y queso. Hasta maestra fue.
Su memoria se remontó a 1928 cuando se le daba la oportunidad a las amas de casa a dedicarse a la enseñanza. Recuerda como ayer a sus estudiantes de la escuelita de Las Cruces de Los Santos, donde la calle estaba llena de huecos y charcos. Para llegar tenían que ir en carreta.
Ella no le huía al trabajo, y lo mismo le inculcó a sus cuatro hijos (tuvo nueve, pero cinco murieron pequeños), a sus nueve nietos, 19 bisnietos y espera que Dios le dé salud para enseñárselo a sus cinco tataranietos.
Ella le achaca su longevidad a la alimentación que antes se tenía, aunque nunca se privó de comer nada.
Además, sabe que es privilegiada de ver cómo Parita de un caserío y ranchos es un pueblo pujante con muchas barriadas.
CASUALIDADES DE LA VIDA
El segundo nombre de doña María es Ascención, pero nunca le gustó y tampoco lo dice, pero la vida le puso en su camino a don Ascención Gallardo (q.e.p.d.), como para que nunca olvidara ese nombre. Él también era pariteño.
En el dedo anular de su mano izquierda aún lleva el anillo que selló su matrimonio, por lo que no le gusta que la llamen viuda.
Es un privilegio
Dionicio, Amalia, Osvaldo y Ricardo disfrutan de su madre, algunos viven con ella.
Ricardo es un destacado docente y cuenta que para él es una bendición, dicha y un privilegio tenerla, porque no todos llegan a la tercera edad como él y disfrutar de su mamá.
CONSEJO
Que se fijen en lo que hacen y que vean los peligros de la vida. Que hay que cuidarse.
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