"Para llegar a la conciencia de grupo es necesario que exista una complicidad entre los individuos, una ley interna que les haga sentir el impulso a la creación colectiva, a la necesidad de pasar desde el objetivo del yo al objetivo del nosotros". Alicia Montesdeoca
Hoy en día, hay cualquier cantidad de clasificaciones de diferentes tipos de turismo. Para empezar tenemos el ecoturismo, ese que consiste en viajar a otras latitudes a ver la flora y la fauna que ya hemos extinguido en nuestras regiones. ¡Qué triste será el día que viajemos para poder observar ranas y sapos!
Seguimos con el tradicional turismo histórico, el de inspeccionar piedras y monumentos y fotografiarse al lado de ellos. A mayor número de fotos, mayor valor adquiere el viaje, por lo tanto, necesita de rapidez en las piernas para visitar todos los museos posibles en un día y flexibilidad absoluta en el dedo índice de la mano derecha para oprimir constantemente el obturador de la cámara fotográfica. De regreso en casa, es cuando uno ve las fotos y hasta se asombra, pues uno las ve y se pregunta: ¿Yo estuve allí?
A continuación, el de siempre, el de las diversiones: playas, casinos, discotecas, carnavales, compras, etcétera y etcétera. Generalmente, esta categoría necesita unas vacaciones posteriores al viaje para descansar de las primeras vacaciones.
Un derivado del tipo anterior es el turismo sexual. Éste lo realizan los machotes o las inhibidas que en su país no se atreven a realizar sus más obsesivos deseos. Sirve mucho para guardar las apariencias y globalizar el SIDA.
Ahora, ¿Cuánto perdura el recuerdo del parque natural, el museo o prostíbulo sin estar asociado al rostro del guardabosque que cuida a las iguanas, de la doña en la calle que nos dio la dirección solicitada o de la prostituta también solicitada? ¿Nos estará faltando la categoría de turismo del cariño?
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