Complacida, feliz, así se siente la pintora Olga Sinclair después de la "maratón" artística del sábado pasado en la isla que está entre las escalinatas del edificio de administración de la ACP y el Teatro Balboa, donde, abanicados por palmeras que la brisa mecía y alumbrados por el sol veraniego, 3, 500 niños y niñas se deleitaron con dos artes hermanas, la pintura y la música, en un inmenso taller pluricultural organizado por la Fundación Olga Sinclair.
Es que, nadie quería perderse esta maravillosa vivencia. En buses, en taxis, en carros particulares, todos llegaron a la cita. Se veía llegar a madres de distintos estratos sociales acompañando a sus hijos para este encuentro con el arte que duró cuatro horas, esta fiesta que los enriquecería culturalmente, los marcaría positivamente para siempre y les ampliaría su horizonte.
"Para mí es la culminación de un sueño como artista. Siento que el artista no puede desarrollar su arte sin compartir sus conocimientos" nos dijo Olga.
De buena gana lo ha hecho por años no sólo en Panamá, también en Ginebra, Suiza y en Miami. Y lo hará en septiembre en Costa Rica y posteriormente en El Salvador y otras naciones que se lo han solicitado, con la convicción suya y de ellas, de que las artes ayudan a que el mundo lo pueblen mejores hombres y mujeres y deben cultivarse y aprenderse a valorar desde la niñez.
La pintora aprovechó esta entrevista para expresar su agradecimiento a los voluntarios (de la USMA, UTP y otros jóvenes que brindaron su respaldo, entusiastas), a los medios de comunicación, al igual que a amigos, familiares, empresas y entidades que brindaron su apoyo incondicional. Llegaron muchos buses con niños y niñas de barrios marginales, de gente de escasos recursos como El Marañón, El Chorrillo, San Felipe.
Olga sufre "al ver que en Panamá el nivel de cultura en los niños es muy bajo. Tienen un desconocimiento total del arte universal, en la música, en la pintura..."
Ella quiere que conozcan y disfruten de la buena música y la pintura que son artes que ayudan a que su alma se eleve hasta alcanzar el cielo, como dice el eslogan de la Fundación. Por ello es que se afana en brindarles oportunidades como estas. Especialmente a los niños que viven en barrios marginales, que "pudiesen ser víctimas de hogares disfuncionales y del maltrato intrafamiliar, que quizás a diario viven el desasosiego e incertidumbre de no saber a quién acudir para pedir auxilio". Porque, como bien lo señaló la pintora Sinclair, quiere que sean ciudadanos que tengan el criterio y la libertad para elegir si lo que prefieren escuchar es reggae y passa passa u otro tipo de música que los relaje, los eleve y los acerque más a Dios.
Todos gozaron pintando mientras escuchaban música de grandes compositores como Mozart, Beethoven, Haendel.
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