Todos los días, muy temprano llegaba a su empresa la hormiga productiva y feliz. Allá pasaba sus días, trabajando y tarareando una antigua canción de amor.
El abejorro, gerente general, consideró que no era posible que la hormiguita no tuviera supervisión, así que contrataron a un escarabajo con mucha experiencia, que se destacó por sus bonitos informes.
Pronto fue necesario contar con una secretaria para que ayudara a preparar los informes, así que contrataron una arañita que organizó los archivos y se encargó del teléfono. Mientras tanto, la hormiga productiva y feliz trabajaba y trabajaba.
Pronto la hormiga productiva y feliz dejó de tararear sus melodías y comenzó a quejarse de todo el papeleo que había que hacer ahora.
Fue necesario crear un plan estratégico y el presupuesto para el área donde trabajaba la hormiga productiva y feliz. La hormiga ya no tarareaba sus viejas melodías, y cada vez se le notaba más irascible.
Pero un día, el gerente general, al revisar las cifras, se dio cuenta que la unidad de negocios (donde trabajaba la hormiga productiva y feliz) ya no era tan rentable como antes.
Así que contrató al Búho prestigioso consultor para que hiciera un diagnóstico.
El Búho estuvo tres meses en la empresa y pronto emitió un sesudo y algo complejo informe:
"Hay demasiada gente en este departamento...". Así el gerente general siguió el consejo del consultor y despidió a la hormiga productiva y feliz.
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