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  lunes 31 de marzo de 2008 enviar por email versión para imprimir

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Víctimas de la agricultura
Una de las mejorías es el estado de las residencias, aunque no es en todas las fincas. (Foto: Kathy Caicedo y Josué Arosemena / EPASA)

Kathyria Caicedo | DIAaDIA

Ver a un niño vendiendo en el semáforo es duro, pero verlo convertido en un agricultor, trabajando de ocho a diez horas, es más difícil aún. A veces descalzos, manipulando las semillas empapadas en insecticidas, sometidos al inclemente sol, todo esto por poco dinero. Este cuadro es una realidad en los campos de Panamá, Chiriquí, Veraguas, Los Santos y Coclé.

NEGOCIO FAMILIAR
En Panamá hay cultivos de caña, café, melón, piña, sandía y cebolla, cada uno de estos rubros tiene su época y su zona. Sin embargo, los cosechadores ya conocen el tiempo de cada producto y se lanzan a buscar el trabajo. En su mayoría son indígenas Ngöbe Buglé. Sin importar cuánto tengan que caminar o el páramo que haya que pasar para llegar hasta allá, lo singular es que no sólo lo hacen los hombres, sino toda una familia. Denis de Amor, trabajadora social y encargada de Trabajo Infantil en el Ministerio de Trabajo, explica que entre los campesinos esto se ha hecho una tradición. Ellos llevan a esposas e hijos para que los ayuden, logrando que el ingreso sea mayor. Se conoció que la producción de los hijos es pagada a los padres, a veces en menor proporción.

ARMAS LEGALES
Desde el año 2000 se iniciaron las inspecciones en las fincas, con el objetivo de acabar con el trabajo infantil. La funcionaria alegó que esta es una política a nivel de región para la erradicación del trabajo infantil, pues desde 1996 Panamá, a través del Ministerio de Trabajo, firmó un convenio de entendimiento con la Organización Internacional del Trabajo.

Estas giras se efectúan durante la zafra (época de cosecha) de los diferentes cultivos. "Cada vez que hay un rubro nuevo, los niños van incursionando", dice.

LA REALIDAD DE LOS CAFETALES
De septiembre a finales de febrero es la zafra del café, cultivo que tiene su sede de operaciones en Chiriquí. Sólo en tierras altas hay más de cuatro mil cafetales. Durante la jornada del 2007, la Dirección de Inspección del Ministerio de Trabajo visitó unas 60 fincas entre Boquete, Río Sereno, Volcán y Renacimiento.

Amor explicó que la condición encontrada es aceptable, puesto que Chiriquí es una provincia que se ha estado tratando desde hace muchos años en este tema, ya que el café es uno de los cultivos más antiguos de Panamá. Ellos han mejorado las condiciones de trabajo, por lo menos en las galeras, donde residen los trabajadores. Ella admite que hay algunas fincas que tienen situaciones difíciles, pero hay muchas que han mejorado.

ES UN REQUERIMIENTO
Otro punto a favor de los caficultores es que las industrias internacionales han establecido como uno de los requerimientos, que para que un café sea considerado bueno, el uso de abono orgánico y la no mano de obra infantil. Con eso, los cafés pueden alcanzar altos precios en el mercado extranjero, explica Belisario Morales, coordinador de fincas de Casa Esperanza en Chiriquí.

Por ende, muchos caficultores se han visto en la necesidad de hacer mejoras como galeras de cemento, agua potable, luz. Además, que los químicos no estén cerca de los recolectores.

UN PASO A LA VEZ
Puede que en Chiriquí las cosas estén mejorando. Sin embargo, esa no es la misma realidad en todos lados. Durante una reciente inspección en Los Santos, específicamente en el distrito de Tonosí, en una finca de melón se descubrió a niños trabajando. Elías Castillo, uno de los inspectores, comentó que en el recorrido encontraron a un joven con el uniforme puesto y sembrando.

Las estadísticas reflejan que la actividad se ha reducido, pero en el 2006 se hallaron 408 niños laborando, mientras que el año pasado se detectaron 232.

NO TRABAJAN, PERO...
Puede que en algunos casos los niños no estén trabajando, pero sí están en las fincas. Parte de la tradición de cosechar está la migración de la familia completa.

Amor explica que en las giras realizadas se han encontrado poblaciones de 212 menores, en la mayoría varones. Eso, ahora, porque antes se hablaba de 600.

UN GRANITO DE ARENA
Para atender a esta población se estableció con la OIT un programa que ejecuta Casa Esperanza. El proyecto consiste en centro educativos, en donde los padres pudieran dejar a los niños mientras se van a la finca. Actualmente, hay centros en 20 fincas. Por lo menos, en Chiriquí existen nueve fincas que están participando.

EN EL CAMPO
DIAaDIA tuvo la oportunidad de visitar tres de las fincas. Estos centros trabajan sólo durante el tiempo de cosecha y en el caso de Chiriquí, de septiembre a marzo. Allí, todos los niños son Ngöbe. Hay algunos en edad preescolar y los de primaria. En algunos casos, unos no han ido a la escuela y otros asisten, pero con dificultades.

En la finca "Pequeña Suecia" estaban José Ángel Jiménez y Marvin Santos. Uno venía de Cerro Mosquito y el otro de Cerro Sombrero, territorios que corresponden a la comarca Ngöbe.

José Ángel se ve en un futuro recolectando café, pues siempre ha ido con su familia. En el caso de Marvin, un niño que pasó a quinto grado con un promedio de 4.5, la esperanza no será otra. Así como ellos hay miles de niños.

ALGUNAS DEFICIENCIAS
Isiri Jurado, maestra del centro de la finca Arkapal, explica que muchos de sus estudiantes van en cuarto, quinto y leen cancaneando. De escribir casi nada.

Sandra de Almengor, otra educadora, expresa que ha conversado con los padres para que no saquen a los muchachos de la escuela, pero ellos le comentan, por lo menos los que viven en Kankitú, un poblado en Bocas del Toro, que dos horas para llegar a la escuela para niños de 9 a 8 años es mucho y hacerlo representa un peligro. Además tienen que tomar bote.

En fin, este seguirá siendo un círculo vicioso en el que estarán inmersos miles y miles de indígenas durante años. No sólo por la necesidad de tener un empleo, sino que además su mano de obra es muy deseada, ya que se han convertido en todos unos expertos.

PRECIOS
Por una lata de café que recolecte, los indígenas cobran entre un dólar, a veces B/.1.25 y otras en cafés más finos un dólar con 80 centésimos.

Una lata de café representa un cubo de 5 galones.

 
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