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Rostro de Dios Rostro de Dios Rostro de Dios Rostro de Dios




Redacción Redacción Redacción Redacción | DIAaDIA | DIAaDIA | DIAaDIA | DIAaDIA




No hubo nada que hacer. Por más que los médicos hicieron todo lo posible y hasta lo imposible, el corazón de Francisco dejó de funcionar. Francisco sintió cómo la sala de emergencias del hospital quedaba allá abajo, y él comenzaba a subir y a subir. ¡Qué emoción! ¡Al fin estaba por llegar el gran momento! Afortunadamente, Francisco era un hombre creyente, y siempre había tenido la esperanza de una vida más allá de la muerte. No hubo nada que hacer. Por más que los médicos hicieron todo lo posible y hasta lo imposible, el corazón de Francisco dejó de funcionar. Francisco sintió cómo la sala de emergencias del hospital quedaba allá abajo, y él comenzaba a subir y a subir. ¡Qué emoción! ¡Al fin estaba por llegar el gran momento! Afortunadamente, Francisco era un hombre creyente, y siempre había tenido la esperanza de una vida más allá de la muerte. No hubo nada que hacer. Por más que los médicos hicieron todo lo posible y hasta lo imposible, el corazón de Francisco dejó de funcionar. Francisco sintió cómo la sala de emergencias del hospital quedaba allá abajo, y él comenzaba a subir y a subir. ¡Qué emoción! ¡Al fin estaba por llegar el gran momento! Afortunadamente, Francisco era un hombre creyente, y siempre había tenido la esperanza de una vida más allá de la muerte. No hubo nada que hacer. Por más que los médicos hicieron todo lo posible y hasta lo imposible, el corazón de Francisco dejó de funcionar. Francisco sintió cómo la sala de emergencias del hospital quedaba allá abajo, y él comenzaba a subir y a subir. ¡Qué emoción! ¡Al fin estaba por llegar el gran momento! Afortunadamente, Francisco era un hombre creyente, y siempre había tenido la esperanza de una vida más allá de la muerte.

Pero lo que más lo excitaba, era la esperanza de que ahora vería frente a frente a Dios. Por fin, allá a lo lejos divisó una figura refulgente que lo esperaba con los brazos abiertos. "¿Eres tú, Dios?", gritó. La luz cegadora le impedía ver con claridad. No tuvo respuesta, pero en su interior supo que, efectivamente, ese era Dios. Lo tuvo enfrente, pero no se atrevía a alzar su mirada. "¿Por qué no me miras? Aquí estoy. ¡Éste, soy yo!". La calidez de la voz lo hizo perder todo temor y, lentamente, alzó su mirada.

Pero lo que más lo excitaba, era la esperanza de que ahora vería frente a frente a Dios. Por fin, allá a lo lejos divisó una figura refulgente que lo esperaba con los brazos abiertos. "¿Eres tú, Dios?", gritó. La luz cegadora le impedía ver con claridad. No tuvo respuesta, pero en su interior supo que, efectivamente, ese era Dios. Lo tuvo enfrente, pero no se atrevía a alzar su mirada. "¿Por qué no me miras? Aquí estoy. ¡Éste, soy yo!". La calidez de la voz lo hizo perder todo temor y, lentamente, alzó su mirada.

Pero lo que más lo excitaba, era la esperanza de que ahora vería frente a frente a Dios. Por fin, allá a lo lejos divisó una figura refulgente que lo esperaba con los brazos abiertos. "¿Eres tú, Dios?", gritó. La luz cegadora le impedía ver con claridad. No tuvo respuesta, pero en su interior supo que, efectivamente, ese era Dios. Lo tuvo enfrente, pero no se atrevía a alzar su mirada. "¿Por qué no me miras? Aquí estoy. ¡Éste, soy yo!". La calidez de la voz lo hizo perder todo temor y, lentamente, alzó su mirada.

Pero lo que más lo excitaba, era la esperanza de que ahora vería frente a frente a Dios. Por fin, allá a lo lejos divisó una figura refulgente que lo esperaba con los brazos abiertos. "¿Eres tú, Dios?", gritó. La luz cegadora le impedía ver con claridad. No tuvo respuesta, pero en su interior supo que, efectivamente, ese era Dios. Lo tuvo enfrente, pero no se atrevía a alzar su mirada. "¿Por qué no me miras? Aquí estoy. ¡Éste, soy yo!". La calidez de la voz lo hizo perder todo temor y, lentamente, alzó su mirada.

¡Horror! ¡Ese no era Dios! ¡Era ese compañero de trabajo tan desagradable que le hacía la vida imposible! ¿Qué clase de broma de mal gusto era esa? Confundido se frotó los ojos con los puños y al volver a mirar, comprobó que se trataba de aquella mujer que había golpeado a su puerta hace unos días y él le había dado unas frutas. ¡No! ¡Era el hombre que lo había insultado la semana pasada! Una a una fueron pasando por la cara de Dios mil caras: su jefe de la oficina, el bagabundo, su novia de la juventud... "¿Te acordás de aquello que dije hace dos mil años: Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y no me visitaste, estuve desnudo y me vestiste, tuve sed y no me diste de beber? ¿Entiendes ahora a qué me refería?" "Ahora entiendo", respondió Francisco, "Aunque no sé si ya es demasiado tarde..."

¡Horror! ¡Ese no era Dios! ¡Era ese compañero de trabajo tan desagradable que le hacía la vida imposible! ¿Qué clase de broma de mal gusto era esa? Confundido se frotó los ojos con los puños y al volver a mirar, comprobó que se trataba de aquella mujer que había golpeado a su puerta hace unos días y él le había dado unas frutas. ¡No! ¡Era el hombre que lo había insultado la semana pasada! Una a una fueron pasando por la cara de Dios mil caras: su jefe de la oficina, el bagabundo, su novia de la juventud... "¿Te acordás de aquello que dije hace dos mil años: Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y no me visitaste, estuve desnudo y me vestiste, tuve sed y no me diste de beber? ¿Entiendes ahora a qué me refería?" "Ahora entiendo", respondió Francisco, "Aunque no sé si ya es demasiado tarde..."

¡Horror! ¡Ese no era Dios! ¡Era ese compañero de trabajo tan desagradable que le hacía la vida imposible! ¿Qué clase de broma de mal gusto era esa? Confundido se frotó los ojos con los puños y al volver a mirar, comprobó que se trataba de aquella mujer que había golpeado a su puerta hace unos días y él le había dado unas frutas. ¡No! ¡Era el hombre que lo había insultado la semana pasada! Una a una fueron pasando por la cara de Dios mil caras: su jefe de la oficina, el bagabundo, su novia de la juventud... "¿Te acordás de aquello que dije hace dos mil años: Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y no me visitaste, estuve desnudo y me vestiste, tuve sed y no me diste de beber? ¿Entiendes ahora a qué me refería?" "Ahora entiendo", respondió Francisco, "Aunque no sé si ya es demasiado tarde..."

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