Toda inversión es una utilización de insumos. Con los insumos podemos hacer distintas cosas. Pero no son ilimitados. Si nos decidimos por un proyecto, ya no habrá recursos para otro. La decisión deberá ser tan buena o mejor que las otras que se pudiesen tomar, de lo contrario no se habrá asignado los insumos al mejor uso, y eso es despilfarro. Pero determinar cuál es el mejor uso, no es fácil. Lo que puede ser el "mejor uso" hoy, puede no serlo mañana. Y eso complica la selección del proyecto.

¿Quién debe decidir qué proyecto es prioritario? ¿Los políticos preocupados por los futuros votos? ¿Los empresarios ansiosos de las viles ganancias? ¿La sociedad? ¿Y si la ciudadanía se decide por un puesto de venta de pan con pepino por encima de una escuela? ¡Qué lío!

En medio de tanta duda e incertidumbre, mi memoria es asaltada por una anécdota que me contaron hace mucho tiempo. Dicen que un cardenal católico del Brasil llamado Elder Cámara visitó una famosa favela, dispuesto a invertir recursos en ella, es decir, mucho billete para combatir los problemas provocados por la extrema pobreza.

Reunieron a parte de la comunidad, a los interesados me imagino, y después de un largo debate, optaron por invertir el dinero en la compra de instrumentos musicales para una banda. Al cardenal, por supuesto, en un inicio no le pareció buena la idea; es más, él ya tenía idea de por donde atacar el problema, pero prefirió aceptar la decisión de los asistentes. Resultados: como tenían que reunirse para practicar en la banda, comenzaron a hablar sobre los otros problemas de la comunidad. Mi conclusión: ¿Será que aún es posible confiar en la gente? Perdón por concluir con una pregunta.