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  miércoles 15 de abril de 2009 enviar por email versión para imprimir

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  REGIONAL
Un maestro dedicado
El maestro Cirilo disfruta mucho su trabajo y lo realiza con cariño.

Diógenes Santamaría | Coclé, DIAaDIA

Empieza la escuela. Un momento de trascendencia para los niños y sus padres, un día de alegría y orgullo.

En nuestras campiñas, los pequeños se levantan en horas de la madrugada para vestirse y luego emprender una larga caminata por senderos y quebrados caminos; en ocasiones cruzan caudalosos ríos, exponen sus vidas, pero ésta es una odisea que vale la pena, el premio es recibir nuevos conocimientos y compartir con otros alumnos las experiencias de estar en la escuela.

Esta experiencia la viven a diario los alumnos de la Escuela Los Hatillos de Calobre, aquí en este lugar se inician las clases a las 8 de la mañana, tiempo suficiente para que los niños puedan llegar al lugar.

Las dificultades son muchas en estos lugares, el acceso a modernas tecnologías no existe, pero de una u otra forma logran los objetivos.

Cirilo Ramos Serrano, el maestro de la escuela, tiene 28 años seguidos de laborar en esta región, de los cuales 15 han sido en este centro educativo.

Vive en la comunidad de San Francisco y viaja todos los días en la mañana, el transporte lo deja en la comunidad del Mono, desde donde camina unas dos horas para llegar a su puesto de trabajo.

El maestro dice que a su edad ya siente el cansancio físico, le falta el aire, pero cuando va llegando se le olvida esto al escuchar a los niños decir "maestro, maestro", palabras que le hacen brotar lágrimas. Es en ese momento que siente que su cuerpo toma un alivio y vuelve a sonreír.

En la única aula, un grupo multigrado de 28 niños de diferentes edades esperan con ansias las enseñanzas, algo increíble.

¿Pero cómo hace este maestro? Es muy fácil, nos dice, "mientras doy clases en un nivel, los otros están haciendo otras labores y así consecutivamente".

Las facilidades en este centro son limitadas, los servicios son de hueco, no hay energía eléctrica, trabajadores manuales y el techo está muy bajo, lo que provoca un calor insoportable, que muchas veces ocasiona dolores de cabeza en los alumnos y el maestro. Aun así, continúan las clases.

De acuerdo con el maestro Cirilo, "Las ganas de aprender de los niños me hacen sentir que no soy un empleado del Gobierno, pues siento una vocación inmensa".

Estos niños para él son como sus hijos y el sentimiento es recíproco, pues los infantes confían tanto en él que cuando se sienten tristes o tienen un problema se lo cuentan, y él busca la manera de solucionarlos.





 


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