Estuve a punto de que me diera una embolia cuando sintonizaba y monitoreaba los medios por la actuación del señor Irving Saladino en los Juegos Centroamericanos 2010. Mi mal no iba a ser el resultado de la emoción que sentíamos los panameños de ver al campeón triunfar en su tierra, sino por escuchar a los comentaristas-periodistas-opinólogos deportivos tanto de la radio como de la televisión.
Mi molestia: cuando el señor Saladino se hizo famoso por sus triunfos (antes nadie le paraba bolas), varios fueron los comentaristas, presentadores y periodistas deportivos que se hicieron de la noche a la mañana amigos de él, compañeritos pío pío de Saladino y estaban más pegados a él que un 'chicle' calentado por el sol. Inclusive, hasta romances se mencionaron -reales o no- pero todo se valía con tal de estar en el círculo cercano del campeón. Todos se autodenominaban 'amigos de Irving' y les encantaba decirlo y salir en los medios con él. ¡Estaba el figureo en todo su apogeo! Ese grupo de periodistas-fans olvidaron que mientras se tiene un micrófono o grabadora no se tienen amigos, se tienen fuentes. El debió ser el atleta, no el amigo. De periodistas pasaron a verse como verdaderos manzanillos pasando -representando a sus medios- la frágil línea que un periodista no debe cruzar jamás.
Cuando a Saladino no le salieron las cosas bien en el Mundial de Atletismo, esos mismos "seudo-amigos", sin balance alguno, le hacían críticas poco profesionales y sí muy pasionales. Lo despellejaron y le dieron en sus medios puñetazos, patadas, peloneras y coscorrones. Hicieron leña del árbol caído al punto que los propios padres del atleta en televisión se veían aturdidos del tsunami de comentarios desfavorables y perversos que salían de las lenguas viperinas de varios. Estoy seguro que si los padres de Saladino me están leyendo coincidirán conmigo hoy porque en varias entrevistas su madre, con el dolor evidente de no ver a su hijo triunfar, pedía, con lágrimas en los ojos, que no dejaran de apoyarlo y que lo siguieran queriendo.
Mágicamente el jueves, en otro momento de gloria, todos volvieron a ser "amigos" de Irving. Todos querían estar a su lado. Para todos era ¡el campeón! y solo se escuchaban halagos al atleta. Todos se dejaron seducir por la emoción o conveniencia del momento (no lo sé) y fueron incapaces de hacer un trabajo limpio, balanceado, sin pasiones.
Me pregunto, ¿Si Irving no hubiese ganado qué le estarían diciendo en este momento los manzanillos de la prensa deportiva televisiva que se dicen sus amigos? ¿Cómo lo estuvieran destruyendo y cuántos insultos estaría recibiendo de los radiales? ¿Cuántos "especialistas" de prensa escrita no estarían publicando análisis perversos contra él? ¡Señores, hasta para criticar lo bueno o malo de un atleta, se tiene que ser profesional! En todas las ramas del periodismo la ética y el balance está por encima de las pasiones o de la amistad; no cumplir esto es no ser profesionales.
Todos los atletas que no ganaron medallas son orgullo de nuestro país por el esfuerzo que hacen a pesar de las condiciones adversas que tienen. ¡Aplausos de pie a todos! ¿Por qué los amiguitos pío pío de Saladino no son amigos de los que no ganaron? Saque usted sus conclusiones. Señor Saladino, ¡Felicidades! Cuidado con sus amigos los periodistas manzanillos. Corra, huya, ¡salte!...bien lejos de ellos.
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