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Y con la beatificación...

El Titin | DIAaDIA

El domingo, a diferencia de la porquería, mamarrachada y circo que nos ofrecieron TVN, Telemetro y sus respectivos talentos en sus propuestas por la boda real, Jenia Nenzen (Telemetro Reporta) e Iván Donoso (TVN Noticias) no jugaron a hacer televisión y fueron hasta Roma a hacer un trabajo periodísticamente correcto.

Quienes hacemos televisión sabemos que una cobertura internacional ni es fácil ni es un paseo si se va a trabajar. Pasan muchas cosas de las que nadie se percata. Se dañan equipos, se pelea con espacios de transmisión contra las grandes cadenas, se lucha de tú a tú con equipos compuestos por una veintena de personas de cadenas internacionales, mientras uno solo viaja con camarógrafo y muchas veces con viáticos de hambre que solo sirven para un café y sin leche.

Jenia e Iván enviaron despachos, pregrabados y en directo, informando lo que pasaba desde el Vaticano. Punto. Aunque muchas veces con deficiencia en calidad de su señal, sus notas de color fueron acorde a la ocasión; sus testimoniales fueron diversos y emotivos, sus vestimentas fueron las correctas, no solo por la ocasión, sino por la marca que representaban. Sus intervenciones fueron documentadas, se notaba investigación, periodismo, responsabilidad, entrega, al punto que Donoso daba adelantos por twitter.

Ninguno de los dos jugó a ser más católicos que la hostia, a ser arlequines y mucho menos a ser teólogos. Se vistieron de periodistas y fueron a hacer un trabajo reporteril, de calle. Nada parecido a la bazofia de cobertura de la boda real. ¡Felicidades!

Aquí el desastre "celestial" vino cuando se inició la transmisión de la misa desde Atlapa. Y es que en la transmisión de una ceremonia religiosa, de la creencia que sea, se debe respetar algo tan sagrado como lo es la fe de las personas. Usted va a una misa y la gente quiere concentrarse en lo que dice el cura, le molesta que los demás hablen en media misa o que timbre un móvil. Igual pasa en televisión. Quienes sintonizan una misa o un culto, quieren escuchar al pastor o al padre, quieren escuchar sus palabras, el sermón, las canciones y, desde su casa, sentir en sus corazones que están ahí. Quieren ver la imagen de la ceremonia religiosa, sentir la fe de la gente presente, ver a su guía, disfrutar de su celebración. La idea de una transmisión como ésta es que los enfermos o las personas que no puedan llegar hasta el lugar lo reciban en sus hogares. ¡No quieren escuchar a Massiel ni a Escobar ni a María Elena ni a Ábrego.

Siendo así, no comprendo por qué, con la experiencia y sapiencia en medios que tiene María Elena Barrios, permitió o se permitió hablar -a cuadro- junto a su colega Aris Ábrego en medio de la misa. Qué importancia podía tener para la audiencia lo que ellos dijeran si en una transmisión de esta clase lo profesional es hacer un pase de introducción -como efectivamente hicieron- y cualquier alharaca o comentarios hacerlos al final. ¿Qué necesidad tenían de, en media misa, interrumpir la transmisión de la ceremonia para salir ellos a cuadro a decir absolutamente nada y, por ende, impedirle a su audiencia ver y escuchar la misa completa? ¿En la transmisión de la misa de los domingos alguien interrumpe en mitad de la celebración? ¡No! ¿Quién les dijo que los feligreses que los sintonizaban querían escucharlos y verlos a ellos? ¡Nadie!

Excepto esta inexplicable y sin sentido impertinencia televisiva, la cobertura sobre la beatificación de Juan Pablo II fue correcta y una muestra de que las cosas cuando se quieren hacer bien, se puede. Una muestra que las payadas son para los circos. ¡Amén!





   
 
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