Cuando Josef Fritzl encerró a su hija Elisabeth en el sótano de su vivienda, la entonces joven de 18 años buscaba trabajo para poder abandonar la casa paterna, revelan tres cartas suyas de 1984, enviadas a un amigo y publicadas por un diario.
Las misisvas revelan que Elisabeth era una chica "normal", que le gustaba salir con sus amigos y hermanos.
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