La necesidad la llevó a la prostitución. Parada en una esquina de la Avenida Justo Arosemena, próximo al Hospital Santo Tomás (HST), tres mujeres se ganan la vida con el oficio más antiguo del mundo: la prostitución. Amparadas bajo la oscuridad de la noche, las tres féminas atraen a sus clientes con diminutas prendas de vestir que dejan ver todos sus encantos. Mientras dos están al pie de la carretera en busca de los clientes; la tercera, una morenita bastante simpática que parece estar embarazada, por lo grande que tiene la barriga, permanece sentada en una especie de banca de concreto de un local comercial.
SE CUIDAN ENTRE SI
Como si fuera un cliente más el periodista se le acercó a la morenita y quiso entablar una conversación, pero no recibió respuesta. De su boca no salió una palabra, sólo el humo del cigarrillo que se fumaba esa mujer. Luego de varios intentos y de recibir indiferencia, el periodista se identificó como tal y aclaró que deseaba conversar con ellas.
Sin titubear, otra de ellas ripostó entre amenazas que cuidado le estaban tomando fotos. Pasaron los minutos y accedió a dar información, pero pidió dinero por hablar sobre su vida y lo que hacía.
Por diez dólares expresó que se prostituye para llevar el sustento a su hogar. Las enfermedades no le preocupan, ya que todo lo hace con protección, hasta aclaró que el sexo oral lo hace colocándole un preservativo en el pene de su cliente.
SUS GANANCIAS SON RESERVADAS
Aunque no precisó cuánto se gana por una noche, recalcó que las ganancias dependerán de si la noche es buena o no. En cuestión de minutos, expresó: "Se acabó tu tiempo".
Posteriormente se abordó a la joven embarazada, quien reclamó por no haberle sido sincera cuando fue abordada por primera vez.
"Te puedo hablar, pero eso te va a costar", manifestó. Aunque dijo que esperaba algo más jugoso, ella también recibió diez dólares.
Lo primero que hizo la morena fue confirmar las sospechas de embarazo, afirmando que tiene cuatro meses de gestación y que esto no era impedimento para que se ganara la vida con su cuerpo.
LA RAZONES DE SE DESLIZ
Un esposo preso, cuatro niños que mantener y la falta de un empleo digno llevaron a esta morenita, de 28 años, a la prostitución. Todo empezó cuando una amiga de su barrio la invitó a un lugar "donde se ganara su platita".
Relató que el primer día sólo se dedicó a observar cómo era el movimiento, pero le parecía extraño el lugar, a pesar de que muchas veces había pasado por esa avenida. Esto se debía a que siempre lo había hecho en el día y la noche daba un aspecto muy diferente a lo que conocía.
Igual que la primera trabajadora sexual que se entrevistó cortó la conversación y solicitó más dinero y como una maquinita fue soltando prenda.
ESPERA ABANDONAR EL NEGOCIO
Su primer cliente fue lo más difícil, porque aunque no se considera una santa, nunca había tenido sexo con hombres desconocidos y menos por dinero. Reconoció que por su estado debe engañar a los hombre, por lo que utiliza un abrigo con el que se tapa la barriga, pero una vez en la habitación del hotel los hombres se percatan de su embarazo. Cuando esto ocurre algunos hombres se molestan, ni siquiera hacen el acto sexual y solo le piden tener sexo oral; en cambio, a los que no les molesta su condición, no le queda de otra que tener sexo.
Al final aseguró que al dar a luz dejaría esa vida y se conseguiría un trabajo en algún salón de belleza, para mantener a su familia y dejaría en el pasado la vida de prostituta que le tocó llevar por pura necesidad.
Este panorama contrasta con el encontrado en el "Mercado" de San Felipe, donde este medio corroboró que algunas de ellas mientras se prostituyen, otras "colegas" cuidan de sus hijos.
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