"No es quién la hace, sino quién la paga". La francesa Amelie Mauresmo (N.2), con su triunfo de ayer ante la estadounidense Jennifer Capriati (N.5) por 3-6, 6-3 y 7-6 (6), se sacó por fin la espina de un Abierto de Italia en el que había disputado tres finales con anterioridad, pero que parecía maldito para ella.
Una espina que Mauresmo tenía clavada muy hondo, tras las derrotas en las finales de 2000 (ante Mónica Seles), 2001 (Jelena Dokic) y 2003 (Kim Clijsters), pero que evidenciaban la excelencia de sus participaciones en el torneo romano.
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