El sonido de la huasca, al tocar la piel del caballo, es lo único que recuerda.
Héctor De Beauville Allen tiene dos compañeros: "la enfermedad y la soledad", ya que su único familiar es una hija que se encuentra en Estados Unidos, por lo que necesita que una casa albergue lo asista en todas sus necesidades.
Héctor reside en el sector de Belén, Tocumen, en compañía del señor Toribio Quintana, quien a pesar de no tener ningún vínculo de consanguinidad, se encarga de cocinarle y bañarlo. Quintana sentenció que la hija de este pobre anciano le manda al mes treinta balboas, lo que considera muy poco, puesto que con un dólar nadie come en este país. "A mí no me preocupa tanto lo que es la comida, sino que no alcanza para medicamentos, y en caso de que muera, ¿cómo hago yo para el funeral?", puntualizó.
A Beauville le falta una pierna, no ve y pierde la lucidez casi todo el tiempo. Por esta razón apela a la buena voluntad de algún asilo, para que sus últimos días los viva decorosamente.
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