Caminaba un día por la calle, cuando observé cómo unas nubes oscuras se juntaban en el cielo, y vi luego cómo la lluvia empezó a caer.
Rápidamente busqué refugio, al mismo tiempo que la suave lluvia se convertía poco a poco en tormenta.
Encontré refugio bajo una cornisa, a la entrada de una casa, en el momento en que la tormenta caía con más fuerza y estruendo. Vi entonces una pequeña rosa roja, golpeada y encorvada por las grandes gotas de agua que constantemente le azotaban; y a pesar de esto no se rompía, sino que soportaba con increíble resistencia, el gran embate de la lluvia y cada uno de sus golpes; manifestado en grandes y pesadas gotas de agua.
Me sorprendí al ver cómo a pesar del viento y lluvia, la pequeña rosa roja soportaba el gran castigo, sin ceder ni un ápice. En muchos momentos, pensé verla caer, derrotada por la furia del agua, sin embargo, volvía a enderezar su ya doblado tallo por la lluvia.
Al pasar la lluvia, y ver cómo el sol salía de entre las oscuras nubes, noté con asombro cómo la pequeña y frágil rosa roja, estaba aún en su lugar, con su tallo erguido hacia el cielo. Esto me hizo reflexionar acerca de mi vida, al recordar cómo la indefensa rosa luchaba por seguir en pié ante la tempestad. Desde entonces no dejo que nada me asuste, atemorice o desanime, y cada vez que siento desfallecer; recuerdo aquélla pequeña rosa roja, la cual me mostró cuánto valgo y lo duro que he de pelear en este mundo, pero también recuerdo el amor que me tiene Dios, quien le dio fuerza a la rosa, para que pudiera resistir...
Gracias Jesús! por ayudarme a resistir.
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