La conducta indecente de muchos panameños está dejando mucho que decir. Pero también ha quedado de manifiesto que las autoridades de seguridad no están realizando su trabajo.

El pasado viernes en la noche, las luces de bengala llenaron de humo el interior del estadio Rommel Fernández durante el partido final entre Plaza Amador y Árabe Unido. Se suponía que al coliseo no se podría ingresar éste y otro tipo de objetos que en un momento dado pusieran en peligro la vida de los presentes.

Esa misma noche, los automóviles de algunos dirigentes que estaban estacionados a un costado del estadio, fueron dañados en sus vidrieras.

Entonces, ¿qué pasó? La respuesta es sencilla. Simple y sencillamente, los uniformados no revisaron bien.

Ayer, otro revulú se registró en el mismo escenario. Esta vez fue en la final del Torneo Sub-19, entre Tauro y Árabe Unido.

En el calor del juego, dos jugadores se entraron a golpes y, posteriormente, el resto se entró a manotazos y patadas. En un abrir y cerrar de ojos, varios fanáticos abrieron la puerta de ingreso directo a la cancha y quedaron metidos en el enredo. Después de esto, los uniformados bajaron corriendo las escaleras para poner orden. Pero antes, ¿dónde estaban? Señores, ustedes están allí para vigilar, no para ver el partido.