Había una vez, dos moscas que cayeron en un vaso de leche. La primera era fuerte y valiente, así que cuando cayó ella se fue nadando hasta la frontera del vidrio, pero como la superficie era muy lisa y ella tenía sus alas húmedas, no logró salir.
Su compañera de infortunio, a pesar de no ser tan fuerte, era tenaz, y continuó aleteando durante tanto tiempo que se formó un nódulo de manteca pequeño, donde la mosca tenaz consiguió, con mucho esfuerzo, levantarse y alzar vuelo para algún lugar seguro.
Durante años yo oí esta primera parte de la historia como una alabanza a la persistencia que, sin duda, es un hábito que nos lleva al éxito.
Entonces, la mosca tenaz, por accidente, cayó de nuevo en un vidrio semejante.
Y como ya había aprendido en su experiencia anterior, empezó aleteando con la esperanza de que, en el momento apropiado, ella sobreviviría.
Otra mosca, pasaba por allí y viendo la aflicción del compañero de la especie, aterrizó en el borde del vidrio y le gritó: "Usted tiene un tubo allí, nade a ese punto y levántese por el tubo".
La mosca tenaz no quiso oír. Basada en su experiencia anterior de éxito, continuó batiendo las alas, hasta que sus fuerzas se agotaron y se hundió.
¿Cuántos de nosotros dejamos de notar los cambios y estamos haciendo un esfuerzo inútil para alcanzar resultados, basados en nuestra propia falta de visión?
¡Aprendamos de la mosca! Hay que saber escuchar y darnos cuenta de que la vida cambia y nos ofrece nuevas y distintas oportunidades. No hay que aferrarse a los viejos hábitos, porque nada es estático.
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