Conversando con un amigo me enteré de que había dejado a su esposa panameña por una extranjera de estas "que te tratan bonito". Tan emocionado me decía que no se arrepentía de haber tirado casi 10 años de matrimonio, porque cada vez que él llegaba del trabajo si la mujer se tenía que poner de alfombra para que él pasara, lo hacía.
En ese instante, entramos en un caluroso debate, porque dijo que la razón por la cual abandonó su antiguo hogar fue porque estaba cansado de llegar a la casa y que su primera esposa lo esperara acostada en la cama, viendo novela y que no le sirviera la comida a penas él entrara por la puerta. Y eso no importaba si ella estuviera o no en la casa, el quería que ella lo atendiera las 24 horas al día, así sea ella que llegara después que él del trabajo, pero yo me pregunto: ¿Y quién nos atiende a nosotras?
No le discuto el hecho de que su esposa le dé atenciones, pero así mismo nosotras queremos y merecemos ser atendidas.
También necesitamos masajes en la espalda y que aunque sea un día a la semana alguien nos pregunte: "¿Mi amor qué tienes ganas de comer?". Nosotras también llegamos cansadas del trabajo y en muchos casos aportamos económicamente igual o más que los hombres. Creo que esa es la esencia del matrimonio, la convivencia, no la esclavitud. No creo que nadie jura ante Dios y tampoco firma un papel que diga "prometo atenderte siempre", sino "prometo amarte". Esto lo juran ambos y lo más justo es que el trato sea recíproco.
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