Pareciera que soy enemigo de C4 y no hay nada más lejano de la realidad. Está lejos de la realidad porque reconozco que en esa producción hay talento, mal canalizado y explotado, pero talento, como el de Susan Castillo o Marta Caballero. De lo que sí soy enemigo es de todo lo que sea porquería en televisión. De la chabacanería, del mal gusto, del irrespeto a la audiencia y sí, de la vulgaridad.

Porque soy asqueroso es que comparo el talento y televisión de antes con el -al parecer- nulo que existe ahora. Comparo la generación de Tanya Hyman y Alonso Villareal, con la de Lily Vargas y Abraham Moreno. Son generaciones abismalmente diferentes porque la primera era una generación que cuidaba su imagen. Que no estaba metida en escándalos y mucho menos prestaba su rostro para porquerías televisivas. La segunda parece es una generación que no sabe hacer rating bien, que no sabe lo que es cuidar su nombre, su imagen y mucho menos hacer buena carrera en este duro medio. Esto es bien triste porque los relevos generacionales en televisión cuando son para mejor son aceptables, pero cuando es lo contrario, hay que pensarlo muy bien.

C4 me demostró que no he estado equivocado en todas mis apreciaciones a ellos. Me demostraron que en esa producción entró una peste que ha contagiado a la mayoría de los que ahí salen. Una peste que los carcome y que no aporta nada a quien los sintoniza.

Por un lado Leticia Adames Haaaaaaaassán, erradamente "dizque" intrépida, se enloqueció. Sí, ella ha decidido presentarnos reportajes asquerosamente improductivos donde siempre es la protagonista. Donde ella se pone cabello falso, pechos falsos, nalgas falsas, semidesnuda se viste de sushi y hasta baila tubo en bikini todo esto en nombre de hacer un reportaje 'de ella'. Por el otro lado, Víctor Serrano decidió ser su versión masculina y hacer las mismas porquerías. Si habla de lucha en aceite, él quiere no solo luchar, sino sobarle el trasero a las luchadoras, ¡morboso! Si va a hablar de masajes eróticos, quiere que se los hagan a él, ¡lujurioso! Si va a entrevistar a un artista hace las preguntas más incoherentes que usted puede escuchar. Y para uno morirse de pena ajena en casa, aunque esté presentando la muerte de un comediante, una nota seria o una tragedia, él sale más reído que en un comercial de pasta dental. ¿No hay quien los asesore? ¿Ellos sabrán que después de esto no podrán trabajar en ninguna producción que se crea buena y que requiera seriedad, credibilidad y buena imagen?

¿Usted recuerda a Estela, Luis Eduardo o Manolo haciendo porquerías en Éntrese a Ganar? ¿A Aldo Stagnaro o Ana Gabriela Delgado haciéndolo en En Estreno? ¿A Iván, Marisela, Polo Roa o Madeleine haciéndolo en Entérate? ¿Recuerda a Adelita Coriat y Yeney Delgado haciéndolo en entre Socias? ¡No!, no los va a recordar porque, por un lado, nunca lo hicieron y por el otro sabían lo que era cuidar su imagen y su nombre. Cuidado que mucha falta le hace a estos 'dizque' reporteros intrépidos. Si alguien sabe cómo curarlos, por favor, intérnelos, cúrelos, denle medicinas, sánenlos, pónganlos en cuarentena, hágalo por su bien, algún día, si son inteligentes, se los agradecerán. ¡Ayúdenlos y revéleles su verdad!

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