Alvarado desapareció entre las aguas cuando intentó rescatar a su hija de crianza Kathia Paneso, quien gritaba, según testigos del hecho: "¡Papá, sálvame!", pero una ola gigantesca envolvió a Alvarado, desapareciéndolo. Kathia Paneso también falleció. En la nave viajaban ocho personas, de las cuales seis lograron ser rescatadas con vida.

Ana Lorena Alfaro, directora del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), dijo causarle indignación que exista un camino entre Jaqué y Piñas, pero toma una hora a pie. Sin embargo, por la construcción de una base aeronaval en mitad del paso, impiden que la población pueda transitar, por "razones de seguridad".

Agregó que las comunidades se ven obligadas a viajar por mar, bajo su propio riesgo, y con demasiada frecuencia sufren estos accidentes, que han cobrado muchas vidas.

Alfaro enfatizó lo peligroso que es cruzar de Piña a Jaqué, porque en ese lugar, es decir, en La Boca de Jaqué, se encuentra el mar con el río y ya han muerto muchas personas. Explicó que hace dos años naufragaron 18 jóvenes que iban a jugar fútbol, de ellos nueve aún están desaparecidos.

Alfaro destacó que el misionero llevaba más de 30 años de servicio a la iglesia como delegado de la palabra de Dios, como promotor de la Pastoral de Movilidad Humana, y hace dos años como promotor del SJR.

A Kathia Paneso y Fulgencio Avid Alvarado se les dio cristiana sepultura ayer en horas de la tarde, en la comunidad de Jaqué, con la participación de los residentes de las comunidades aledañas, entre ellas Puerto Piña, quienes abarrotaron la iglesia.

La directora del SJR manifestó que Alvarado vivió y murió para los demás, por hacer de su vida un sacrificio.