Es la 1:30 a.m. y acabo de llegar a casa después de vivir una experiencia increíble, estoy cansada pero feliz.

Con mis compañeros de trabajo me trasladé hacia la ciudad de Colón para la cobertura del nacimiento de unos cuatrillizos, a quienes conocí allá en la comunidad de La Verbena, cuando aún estaban en la barriga de su mamá Markelia y al futuro papá, Gilberto, que no podían creer la bendición que habían recibido, luego de sus intentos infructuosos por tener un segundo bebé que acompañaría hasta ese momento a su única hija, Ileana, de seis años.

Al llegar al hospital, muy amablemente nos recibieron, y en todo momento estuvieron pendientes de que estuviéramos bien; luego, cuando llegó el gran momento, nos permitieron también formar parte.

Era la primera vez que yo presenciaba una cirugía y, por ende, un parto por cesárea. Escuchar el llanto de cada bebito fue una gran emoción, sentía como si fueran de mi familia, no es para menos, ese era un llanto de vida.

Gracias a Dios, todo salió bien. Ismael, Ilianis, Isabela e Isamar ahora disfrutan del cariño de sus papás fuera de la barriga.

Pero también gracias a los miembros de la familia De La Espada-Cuevas, quienes me dieron el honor de compartir tan especial momento junto a ellos y darlo a conocer a través de este medio.

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