Recuerda Jessica que de chica siempre le encantaba ponerse cosas encima, de ahí explica su amor por los accesorios y las manualidades. Comenta que su arte empezó como un hobby, un desahogo, una forma de escape o como lo quieran llamar.

UNA PALABRA HIZO LA DIFERENCIA
Jessica solía usar sus creaciones que consistían en collares y demás accesorios, de eso hace tres años, hasta que un día una persona se le acercó y le dijo que su collar estaba bonito, y muy orgullosa comentó que ella lo había hecho. Allí inició todo, sus primeras clientas eran sus amigas, luego sus compañeras de trabajo y de ese modo, el hobby se convirtió en negocio.

PLAN A FUTURO
Puede que Jessica no posea un local donde vender sus creaciones, pero no está lejos de hacerlo. "La casita del ser" es el nombre ya registrado que tendrá su negocio. Esta chica anhela que su local, más que una simple tienda de collares, sea un punto de reunión, donde las personas vayan a conversar, a leer un libro o simplemente, a tomarse un taza de café. Mientras tanto, ella recibe pedidos por correo electrónico: [email protected].

UNA PIEZA UNICA
Lo singular del trabajo de Jessica es que cada pieza es irrepetible, usted puede estar segura de que nadie en la calle tendrá la misma prenda que lleva. Esto pasa porque para esta mujer, que trabaja en mercadeo, en cada pieza hay un pedacito de ella, una continuidad de su ser que portará otra persona, es como una especie de retoño.

NEGOCIO FAMILIAR
Eso sí, en "La casita del ser" no sólo se exhibirán los collares, pulseras y aretes de Jessica, sino también las bateas pintadas por Rafael Guzmán, su esposo, quien es amante de la pintura.

VALOR
Un collar con baño de plata, tagua, semillas y piedrita puede costar B/.10.00.