Alguien dijo que la literatura en Panamá no era una institución. Si entendemos institucionalizar como el proceso de dejar claras las reglas del juego, me parece que en nuestro país se acaba de dar un paso importante en esa dirección.
Hace poco, el mundillo literario panameño fue estremecido por dos demandas legales, una a un medio impreso y la otra a un escritor, ambas motivadas por publicaciones no autorizadas.
Aparte de los partidos tomados a favor o en contra de demandantes y demandados, lo cierto es que hubo una ruptura con su subsiguiente reajuste en las relaciones editor y autor. Por cierto, ambas acciones legales fueron favorables a los autores publicados sin autorización.
Aquel paradigma de que quien publica le hace un favor al publicado, aunque en ocasiones el favor sea en realidad para quien publica, fue defenestrado por las mismas autoridades judiciales.
Ahora quien publique en formato impreso o en digital, debe atenerse al cumplimiento de las leyes vigentes. Y eso es la senda correcta hacia la institucionalización de la literatura. El sólo hecho de tener que pedir permiso al escritor para que su obra sea publicada, ya es una revaloración de su papel en la sociedad panameña.
Me vienen a la mente palabras como dignidad, autonomía. Sobre todo, me viene a la mente la palabra respeto. ¿O no es así?
Tal avance no se puede sepultar bajo la tierra negra y espesa del silencio. Aún hay muchos temas pendientes.
¿Qué significado real tienen las publicaciones en Panamá? ¿Cuáles serán las consecuencias a largo plazo de los resultados judiciales? ¿Y el siguiente paso? El mundillo literario panameño, o se comporta a la altura de las circunstancias, o vuelve a ser cómplice de su marginalización, causa eterna del llanto de los escritores y escritoras panameñas. Y como dijo otro connotado literato: "Ya es tiempo de que dejemos de ser congos". Creo que esta reflexión es válida para toda la ciudadanía. ¡Ya es tiempo de decir adiós a la "conguería"!
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