Nunca se queda de brazos cruzados. Con esa mentalidad, Bella Bravo, de 39 años, calentó motores para volver a la venta de chichas de naranja, esta vez en el Parque de Santa Ana.
Ella realizaba la misma actividad en las afueras de la Caja de Ahorros, de Calidonia. Obtuvo un empleo como salonera en un restaurante en El Dorado, pero ese negocio quebró y se retiró de allí sin quincena y sin liquidación.
En vista de que aún tenía el puesto y máquina de exprimir naranjas, desde hace 13 días volvió a lo mismo de antes, pues es consciente de que debe mantener a 3 de sus 4 hijos.
Bella es de las mujeres que no le da pena trabajar vendiendo chichas, pues considera que no le hace daño a nadie con su humilde empleo. "Me sentiría muy mal si me quedara en mi casa sin hacer nada", dijo.
Ha metido solicitud de empleo en varias empresas, pero nada, a pesar de que tiene un curso de Alta Costura. Mientras tanto, se mantiene laborando, y cuando le salga algo mejor dejará de vender refrescos.
Su faena es muy pesada, pero aun así la afronta con energías. Trabaja todos los días. Se levanta a las 4 de la mañana para acudir al Mercado de Abastos a comprar el ciento de naranjas y luego se dirige al puesto donde termina a eso de las 5 p.m., dependiendo del movimiento de personas. Sólo el día que se enferma falta a su trabajo.
En estas dos semanas no le ha ido bien, pues ahora se ha dado cuenta que el negocio ha decaído. Lo poco que gana lo tiene que invertir al día siguiente, y de a malas se lleva dos dólares a su casa.
Desea ganar un poco más y así ahorrar, a fin de comprar una casa donde pueda estar más cómoda con sus vástagos.
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