Cuando observo el campo sin arar, cuando los aperos de labranza están olvidados, cuando la tierra está quebrada, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?
Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota al débil; cuando veo al prepotente pedante enriquecerse del ignorante y del pobre, del obrero y del campesino carente de recursos para defender sus derechos, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?
Cuando veo al moribundo en su agonía llena de dolor, cuando observo a su pareja y a sus hijos deseando no verle sufrir; cuando el sufrimiento es intolerable y su lecho se convierte en un grito de súplica de paz, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?
Cuando miro a ese joven antes fuerte y decidido, ahora embrutecido por la droga y el alcohol; cuando veo titubeante lo que antes era una inteligencia brillante y ahora harapos sin rumbo ni destino, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?
Cuando a esa chiquilla, que debería soñar en fantasías, la veo arrastrar su existencia y en su rostro se refleja ya el hastío de vivir, y buscando sobrevivir se ciñe el vestido y sale a vender su cuerpo, me pregunto: ¿Dónde estarán las manos de Dios?
Y me enfrento a Él y le pregunto: ¿Dónde están tus manos, Señor?
Y escuché su voz que me reclamó: ¿No te das cuenta que tú eres mis manos?, atrévete a usarlas para lo que fueron hechas, para dar amor y alcanzar estrellas.
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