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  OPINION
HOJAS SUELTAS
"Chat"

Eduardo Soto | Director, DIAaDIA

Eran "amigos" míos. Fumaban marihuana, robaban, eran peleoneros y más de una vez fueron a parar al Tutelar de Menores, cuyas celdas estaban en El Chorrillo, por andar encompinchados en la calle a horas inadecuadas.

No siempre entendí a mi madre por evitar a toda costa esas compañías. Fueron memorables las cueras que me dio porque llegaba tarde a casa (desde entonces es la costumbre), o porque venía con arena hasta en los ojos de tanto jugar en la playa, o porque le dijeron que me vieron en la esquina con esos tipos, el ladrón, el fumón y el maleantito.

Me tomó todos estos años entender el "quid" del asunto. Los papás y las mamás esperan que sus hijos sean mejor que uno, escalen la pendiente de la vida sin tanto trauma como uno, y al final, siendo ellos felices y estando realizados, lo entierren a uno. No al revés.

Ocurre que a mis hijos les ha dado por tener "amigos raros". Conversan hasta entrada la madrugada, y sobre temas muy secretos porque, cuando quiero indagar, se me devuelve un silencio de piedra y nada ni nadie les saca información. En el alma se me revuelve el miedo y pienso que están, a su temprana edad, indagando sobre sexo o sobre drogas.

Resulta que estos "amigos" no tienen rostro. Ni nombre. Son gente al otro lado de una computadora y tal vez del mundo, que usan las salas llamadas de "chats" para establecer relaciones, para conversar de "la vida" y "el amor" sin pausa ni control.

Descubrí a uno de esos muchachos virtuales haciendo una cita con la más pequeña de la casa, la mariposita, Raquel, porque la quería conocer después de tanto teclearse mensajes de amor, porque ya era hora, porque debía ser muy linda, y un largo y meloso etcétera.

Mi madre podía encerrarme en el cuarto de inquilinato, perseguirme por el barrio entero, darme una tunda de padre y señor nuestro, y así alejarme de los peligros de una calle que tullía. Yo, en cambio, me sentí maniatado, porque esos "amigos raros" están dentro de la casa.

Cuando busqué ayuda (para mí, porque me estoy volviendo loco) me dijeron que hay que respetarles la privacidad a los muchachos. Mantenerlos vigilados, pero a distancia, con la computadora en un lugar de paso, donde no la puedan encender sin que los vean, y hablarles, hablarles y hablarles mucho de los cuidados que deben tener, porque también en las calles del Internet te pueden matar de una puñalada.

   
 
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