FESION PELIGROSA
Hace un par de años, un grupo de taxistas en esta capital no pudo más con los asaltos y crímenes, y decidió armarse.
Muchos criticaron la medida. Decían que podían pagar justos por pecadores, o lo que era peor, que algunos profesionales desleales utilizaran esas armas para cometer delitos. Realmente, era un arma de doble filo y se optó por recomendar a los pasajeros solicitar unidades a piqueras debidamente acreditadas. Hoy, los taxistas vuelven al ojo de la tormenta y, en esta ocasión, nadie podrá criticarlos por intentar salvar sus vidas.
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