Los clientes son atraídos, porque cada cosa está en su lugar: pastillas, ganchos, perfumes, pañuelos y otros checheritos. Luego de que termina de rellenar los envases de pastillas multicolores, cubre su puesto con un plástico.

Hace cuatro años que se convirtió en una buhonera con ganas de superación. Fue, en ese entonces, cuando su esposo se jubiló y como los ingresos no alcanzaban, tomó la determinación de salir a las calles a buscar unos reales más.

La idea fue de Olga y los frutos de su decisión los está cosechando, "porque me va bien, sale para los porotos".

En la esquina de calle 29 Calidonia, a un costado de El Machetazo, está su puesto. Inició con pastillas y hoy tiene una gama de productos que ofrecer.

Su rutina no es fácil, comienza a las 5 de la mañana y culmina a las 6 de la tarde, cuando recoge todo para ir a casa junto a su esposo Güidermo Cano, que permanece sentado en una silla haciéndole compañía. Llevan catorce años de matrimonio.

En vista de que no tuvieron hijos, Olga ahorra de las ganancias para hacer cuartos de alquiler en su casa, y así tener un ingreso fijo. Sabe que en unos años, no podrá seguir dedicándose a la buhonería y tendrá que permanecer en casa.

VENDE BIEN
La primera semana, después del pago de cada quincena, son los mejores días.