Muchachos, siempre he tratado de no darles sermones. A ustedes les consta.

Hoy tampoco se los daré. Sin embargo, los invito a analizar conmigo qué es lo que lleva a cuatro jovencitos a meterse a un push bottom y olvidarse de apagar el motor del auto, sabiendo que la puerta queda herméticamente cerrada.

Aquí no vamos a hablar de moral ni a rasgarnos las vestiduras porque estaban cuatro en una misma habitación.

Lo que vamos a hacer es preguntarnos qué lleva a unos jóvenes guapos, a los que la vida les dio dinero, diversión, popularidad y talento, a comportarse de esa manera.

Muchachos: Hay una verdad que no podemos tapar con un dedo. Los padres somos necios, no paramos de sermonear y de decirles estudien, pórtense bien, no lleguen después de las nueve, no anden con fulanito o menganito, no prueben licor, cigarrillos o drogas, sólo digan no, y un largo etcétera.

Pues bien, les diré que si tienen padres así de necios, lo más probable es que ustedes no terminen sus días de la forma que lo hicieron estos cuatro jóvenes.

Si se hace así, no habrá poder humano que evite que ustedes, jóvenes, anden por la senda del éxito.

Cuando alguien quiere desviarlos del buen camino, ustedes sólo tienen que echar mano de la mejor defensa: la protección familiar, cuya coraza de amor es el mejor escudo para impedir que penetre aquél que quiera llevarlos a hacer lo que saben que está mal.

Recuerden: Escuchen a sus padres, porque hijo que no sigue consejo, no llega a viejo.