Había una vez, una rosa roja muy hermosa y bella. Se sentía de maravilla al saber que era la rosa más bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos.
Un día se dio cuenta de que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca.
Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo, muy obediente, dijo: Está bien, si así lo quieres.
Poco tiempo después, el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al ver la rosa totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos.
Le dijo, entonces: Vaya que te ves muy mal. ¿Qué te pasó?
La rosa contestó: Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual.
El sapo sólo contestó: Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín.
Muchas veces, despreciamos a los demás por creer que somos más que ellos, más bellos o simplemente porque inconscientemente creemos que no nos "sirven".
Nadie sobra en este mundo, todos tenemos algo especial que hacer, algo que aprender de los demás o algo que enseñar. Pero sólo hay una verdad: Todos somos especiales.
|