Un cuento africano nos hace pensar cuánta camaradería se pierde en el mundo porque se dice 'no puedes ser' amigo de otra gente.
Una ranita bebé saltaba por el campo, feliz de haber dejado de ser renacuajo. Al poco rato, se encontró con un ser muy raro que se arrastraba por el suelo.
-RANA ¡Qué gusano tan largo y tan gordo! ¡Qué lindo es!....
-SERPIENTE Yo soy una serpiente bebé. Es que las serpientes caminamos así. ¿Quieres que te enseñe?
-RANA ¡Sí, sí!.... Enséñame, amiga serpiente.
-SERPIENTE ¿Ves?.... Así, así.
-RANA ¡Lo logré!.... (RISAS). Ahora, yo quiero enseñarte a saltar. ¿Te gustaría?
-SERPIENTE ¡Claro, enséñame, por favor!... ¡Qué difícil!
-RANA ¡Nos vemos mañana, amiga serpiente, a la misma hora!
Pero cuando la rana llegó donde su madre le dijo que conoció a una serpiente y ésta le prohibió verla porque eran venenosas y malvadas.
En tanto, la madre de la serpiente le dijo a su pequeño que las serpientes siempre habían matado y comido a las ranas.
Ambos pequeños lloraron y al día siguiente la rana le dijo a la serpiente que no podía jugar con ella, pero la serpiente la miró en silencio, recordando lo que había dicho su madre... 'Si se acerca demasiado, saltaré sobre ella y la comeré', pensó. Pero recordó cuánto se habían divertido juntas y desistió de la idea. Desde ese día no volvieron a jugar juntas y a menudo se sentaban a solas al sol, cada cual recordando ese único día de amistad.
¿Te ha ocurrido? Pues, ¡olvídate de los prejuicios!
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