Ese es el sentir de algunos panameños al notar pocos cambios ocurridos en este terruño llamado Panamá, pese a que se había prometido una patria nueva por parte del Ejecutivo.

Y es que las promesas electorales fueron vendidas muy jugosas y benefactoras para una población sedienta de mejores días y con mucha esperanza de que las condiciones económicas de cada hogar ofrecieran su mejor cara, luego de estar agobiados de tantos golpes ocasionados por sus enemigos más cercanos: el hambre y la pobreza.

Entre los vecinos del barrio se sigue comentando que todos los candidatos políticos son iguales o que es más fácil ver que un camello pase por el hoyo de una aguja, a que todos los gobernantes sean libres del cáncer de la corrupción. Aseguran que ese mal se sigue esparciendo por las instituciones, aunque de forma más moderada. ¿Eso será "patria nueva"?

Algunos dicen que no entienden cómo es posible que un ministro también sea legislador, mientras ven frustrado su deseo de conseguir un trabajo para aliviar la carga de preocupaciones que ni la acetaminofén se la quita. Por su parte, Daniel Quijano, uno de los miles de cristianos panameños, indicó que si las figuras políticas tuvieran a Dios en su corazón, otro gallo cantaría. No les importaría hacer un compromiso real con el pueblo que los eligió.