"Debemos aprender a fracasar, inteligentemente".
Charles Kettering
En innumerables ocasiones, he escuchado frases que se refieren al vínculo que hay entre el fracaso y el aprendizaje. Mi favorita es aquella que más o menos reza algo así: "El fracaso no es caer, es no levantarse". Por supuesto, no es textual, mi memoria no da para tanto. Pero lo importante es que reflexionemos lo siguiente: ¿qué es necesario para levantarse después de una caída?
Comencemos definiendo el fracaso; también, éxito. Si definimos el fracaso como un evento malogrado permanentemente, ya no hay nada que hacer. Si definimos el fracaso como una oportunidad para abordar nuevas estrategias o cambiar a nuevos objetivos, todo está por hacerse. ¿Qué se puede hacer con la leche derramada? ¡Nada! ¿Seguro que nada? ¿Y si la trapeamos y lavamos el trapeador y con el agua sucia fertilizamos el jardín? Como que el éxito puede ser un proceso permanente, ¿verdad?
Hablando de procesos. También es necesario inventarse uno para comprender a cabalidad el fracaso. Eso incluiría analizar el problema no resuelto, de una forma honesta, a fin de descubrir por qué fracasamos en su resolución. Hay que afrontar la derrota. Inventarse excusas no ayuda en nada. Las disculpas pueden impedirnos ver cuáles pasos fueron exitosos y cuáles fallidos.
Culpar a otros por los resultados o fingir el éxito, son actitudes prácticamente suicidas. Lo más probable es que nos conduzcan nuevamente a repetir el infortunio. Se necesita el mismo esfuerzo emotivo para auto-engañarse, que para dejar volar la imaginación y sacarle al gato un pelo y, de repente, ¿por qué no convertir ese pelo en un nuevo gato? Allí el vínculo aprendizaje y fracaso. Imagine que sus padres no le hubiesen permitido volver a caminar, después de su primera caída. Suena a locura, ¿verdad? Pues bien, de eso se trata.
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