Están en constante peligro. Los precaristas de El Progreso 4, en La Chorrera, pasan muchos páramos en las humildes viviendas que han construido.
Las casas improvisadas algunas son de zinc y madera, y estando dentro de ellas el calor es insoportable. El piso es de tierra.
Los moradores dicen que la calle es un camino improvisado que hicieron abriendo trocha y, hasta el momento, no lo han pavimentado.
Los alambres de las telarañas que utilizan para tener luz, pasan por el centro de la calle. Los que están colgados están muy bajos, por lo que el peligro de electrocutarse es constante.
Para tener agua deben esperar hasta altas horas de la noche a que llegue. En ese lapso de tiempo, almacenan el vital líquido para usar al día siguiente.
El lugar es "tierra de nadie". No hay seguridad ni mucho menos teléfonos públicos, pues sus terrenos no están legalizados.
Según Susana Rojas, una señora de 59 años que habita en una casa de zinc junto a su cónyuge, Heriberto Medina, el MIVI medirá los terrenos el próximo mes para iniciar el proceso de legalización.
El desempleo abunda en este pueblo. La mayoría de las familias se dedica a la agricultura.
Los niños pasan muchas penurias. Nelson Gobea, un residente de este sector, indicó que se han dado casos de malaria por la gran cantidad de mosquitos que hay.
Con las lluvias las calles se ponen que ni caminando se puede pasar. Si logran salir, deben llevar su trapito en mano para limpiarse del lodo.
Tienen que caminar casi 20 minutos para salir a buscar transporte. Los buses aún no entran hasta esa comunidad.
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