Envolver regalos es un arte... para quien tenga deseos de hacerlo.
Lastimosamente, hoy día, tanto los dueños de almacenes como las vendedoras, se resisten a amar el arte.
¿Estoy escribiendo sandeces? Puede que sí. Sin embargo, me voy a correr el riesgo de que me critiquen negativamente por lo que voy a expresar, pues pareciera que se trata de algo trivial y hasta ridículo.
Sucede que me tocó comprar dos obsequios para niños que ni siquiera conozco, pero que se merecen un gesto de amor de alguien que ni siquiera conocen.
Al llegar a la caja a pagar, pedí que me los envolvieran para regalos. La mirada que recibí de la cajera y su ayudante que colocaba la mercancía en bolsas plásticas, estuvo dirigida a una retrasada mental, que además tenía la osadía de pedir semejante encargo. "¿Cómo se le ocurre semejante estupidez?", sentí que me decían mirandome a los ojos, con la cabeza inclinada y taladrándome el cerebro de tonta.
¡Ah!, pero esta tonta, a su vez, les dirigió una mirada de: "¿perdooón...? ¡O me los envuelven o me los envuelven. Ese es mi derecho, yo elegí su almacén y ustedes tienen la obligación de brindar un buen servicio!". Mientras pensaba esto, me informaron que no envolvían. Las ignoré.
Luego, con cara de ángel, pedí el tipo de papel que quería, porque lo estaba observando desde el mostrador. Gané, envolvieron los regalos... a regañadientes.
Es increíble que un cliente se gaste poco más de 20 balboas en dos regalos y no se los quieran envolver. Decía que envolver es un arte, pero en realidad, es más un acto de amor, porque entregar un regalo bonito, bien envuelto, denota que se valora a la persona que lo recibe, que ella es especial; que la delicadeza tiene su encanto, y que el elemento sorpresa, al abrirlo, es la llave que abre la puerta para el paso de la felicidad al recibirlo.
|