"Si hubiera sabido que ustedes estaban aquí, los hubiera buscado antes". Esto era lo único que atinaba a decir Racheld Dooucet cuando el equipo de rescatistas de Panamá descartaba la posibilidad de encontrar a algún sobreviviente debajo de los escombros del edificio donde funcionaba el banco Unibank. Allí, su hermana Nadine Sesassine, de 40 años, una antropóloga y traductora, laboraba como oficial. Esta mujer tenía dos hijos, uno de 16 años, que estudia en Haití, y uno de 23, que vive en Estados Unidos.

Racheld, al menos, albergó esperanzas y sintió las manos amigas de los rescatistas, que hicieron hasta lo imposible por hallar a Nadine. No fue así, sin embargo, ella estaba agradecida.

Eran las 2:20 a.m. cuando los rescatistas panameños, dominicanos, franceses y los estadounidenses, que llegaron posteriormente, desistieron de seguir la búsqueda entre los escombros y dejaron de albergar alguna esperanza de encontrar a alguien con vida. La labor de rescate se había iniciado 16 horas antes, a las 10:00 de la mañana, basada en las marcas que dieron los perros y un sonido leve que indicaba indicios de vida.

Las palabras de agradecimiento de Racheld fueron la mejor paga que pudieron recibir estos valerosos hombres, que hasta el último aliento de sus fuerzas hicieron todo lo posible para encontrar algún sobreviviente.

Ver cómo Racheld se abrazó fuertemente al jefe de la delegación de Panamá, les partió el alma a sus compañeros que, sin ningún reparo, dejaron escapar las lágrimas. Era una persona que ni siquiera los conocía, pero que les profesó amor y agradecimiento en medio de tan dramática situación.

Esta misma delegación salvó tres vidas en Haití: Una mujer de 70 años y su hijo de 18, además de que sus perros encontraron a la niña de 6 años, Jessica Hartelin, aunque fue rescatada por israelíes que estaban en el área.