"La cuestión es que si a algo se dedica una vida, es porque ese algo define proyección y reflejo." Salomón Valderrama Cruz
Una vez me contaron que a la pregunta ¿Para qué es la vida? Un ciudadano chino y además agricultor contestó: "La vida es para trabajarla". Todos sabemos que en Panamá la respuesta más común es: "La vida es para gozarla", lo cual no sería ningún problema sino fuera porque pareciese que gozar la vida y trabajar son actividades contradictorias.
Es que el mundo judeocristiano, incluyendo el Islam, fue marcado por un prejuicio antilaboral a partir de aquella famosa sentencia: "Con fatiga obtendrás tus alimentos de la tierra". El Nirvana también tuvo sus bemoles, pues con eso de la aspiración a la nada, donde la nada no hace nada, nadie trabaja.
También está el conflicto, muy real, entre empleadores y trabajadores; el cual nos deja, no sólo en la boca sino en los lomos, el sabor amargo de la explotación. Es obligatorio mencionar, además, la relación salario y estatus social. Se trabaja en algo que represente ingresos, no en lo que agrada. Y de ñapa tenemos un nuevo fenómeno: la adicción al trabajo. Hacerse adicto a cualquier cosa es perder calidad de vida. El placer se convierte en la ausencia de descanso.
Definitivamente, en este diccionario de bolsillo llamado sociedad occidental, trabajar y gozar son antónimos. ¡Y eso provoca cada tensión! Es que hay miles de personas a las cuales sí les gusta su trabajo, y tienen que ocultarlo, sólo para no verse exigidos a explicar por qué les agrada un trabajo mal remunerado y poco reconocido.
Por suerte, aún hay personas que se alegran al cumplir un deber.
Hay quienes les da pesar acostarse sin haberse ganado sus frijoles. Mejor aún hay quienes saben que tienen una misión y que eso implica trabajar. Y de paso, gozar la vida.
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