Pasajeros y familiares guardaron ayer silencio en el metro de Tokio al cumplirse 13 años de los atentados con gas sarín perpetrados por la secta la Verdad Suprema, que mataron a doce personas e intoxicaron a más de 5,500. Los trenes, abarrotados de personas que se dirigían a trabajar, se llenaron de terror y Japón, uno de los países más seguros, vivió uno de los días más trágicos desde la Segunda Guerra Mundial.