Un jaguar no es un leopardo. Así lo garantizaron el aislamiento geográfico que impidió el intercambio genético entre ambas especies, las mutaciones ocurridas al azar a lo largo de la historia evolutiva y la lucha por la sobrevivencia, donde el más fuerte vive y el más débil perece.
Me pregunto si procesos parecidos ocurren en el mundo de las ideas.
Posiblemente, la distancia entre dos culturas y su subsecuente incomunicación es responsable de la final aparición de dos cosmogonías. Quizá eso explique en parte lo incomprensible y a la vez fascinante que es el oriente para los occidentales. Pero, ¿cuánto tiempo podrá ocurrir tal mecanismo en un mundo globalizado?
Ocasionalmente, aparecen nuevos criterios que transforman antiguas concepciones. Por ejemplo, el mundo ya no es el mismo después del nacimiento del cubismo, la teoría de la relatividad y el psicoanálisis. Incluso, hay una visión de la historia humana montada sobre dichas irrupciones.
¿Pero qué hay con eso de la desaparición del más débil?
La tolerancia o el respeto a las ideas ajenas, aunque choquen con las propias, ha permitido que ideas insipientes tuviesen la oportunidad y el tiempo para desarrollarse. Eso no niega el debate. La confrontación de las ideas habilita el nacimiento de nuevas ideas.
¿Qué pasó cuando los paradigmas de Aristóteles no fueron confrontados? ¡El oscurantismo!
El debate permite la analogía y la identificación, el contraste y el rechazo. Si podemos sustentar lo equivocado de una idea, ¿por qué no hacerlo? Me parece que lo no permitido es el ataque y la persecución al autor, y la censura de la idea. Es más, creo que el planeta está lleno de guerras por no interesarnos en debatir.
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