Difícilmente podría dudarse de esta afirmación, pero es necesario que los mismos educadores sean conscientes de ello, así como de sus dificultades personales que les impiden desarrollar una labor formativa más acorde con los objetivos de la escuela.
No es honesto proyectar todas las culpas de los fracasos pedagógicos en la falta de medios de los centros educativos -especialmente en el caso de los centros oficiales-, en la irresponsabilidad de los padres, o en las conductas inadecuadas de la juventud de hoy. Tampoco se trata de hacer de los docentes los responsables de todos los males de la educación actual, pero sí de señalar la parte que les cabe como elementos claves en las soluciones posibles y estimular su superación como profesionales y como personas.
No es fácil educar, afrontar día tras día las relaciones con los niños en las aulas, pero es el oficio que los educadores han elegido y deben desempeñarlo con la mayor dedicación posible.
A la pedagogía se entra por vocación, como a la medicina o al sacerdocio, por espíritu de entrega, y cualquier otro camino de entrada conduce al fracaso por más que éste trate de disimularse.
Pedir éxitos pedagógicos a personas sin condiciones adecuadas para la enseñanza es pedir peras al olmo, pero este es un aspecto de la educación que no parece preocupar demasiado en la actualidad. No se utiliza ningún criterio científico que permita seleccionar a las personas aptas para educar niños y adolescentes, salvo el de pasar los exámenes reglamentarios del currículo de las Escuelas Normales o de la Facultad de Educación de la universidad.
Es responsabilidad de la sociedad exigir que las personas que tendrán a su cargo la formación de los escolares tengan los valores y las aptitudes propias para tal fin, de la misma manera que se exige la competencia a los médicos y otros profesionales dedicados al servicio público. No se pretende que los maestros y profesores sean seres perfectos, sino que alcancen un grado de preparación intelectual y psicológica suficiente que los capacite para la labor tan delicada que se les ha encomendado.
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