Aquilino y su esposa habían salido para sus trabajos, como todos los días, cuando a eso de las 9 de la noche se percataron de que en la terraza de su casa les hacía falta algo que en horas de la mañana habían acomodado: las llantas de su vehículo que acababan de comprar.

Comentó Aquilino que un joven blanco con cabello amarillo, fue el que entró a su residencia, según le contó la vecina que lo sorprendió en el patio ajeno, a eso de las 3 de la tarde. Esta vecina le preguntó qué hacía allí y el ladrón le respondió que lo habían mandado a buscar las llantas para llevarlas a arreglar.