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Se pasean como Pedro por su casa
Cuando el cauce del río Tuqueza baja, los moradores de Marragantí y Bajo Chiquito se cruzan de un lado para otro sin problema. Igual estrategia utilizan los guerrilleros. (Foto: HERMES GONZÁLEZ /EPASA)

Odalis Orozco | Darién, DIAaDIA

Una película de terror se queda corta con las vivencias relatadas por los docentes que trabajan en la Comarca Emberá, provincia de Darién.

DIAaDIA pudo comprobarlo algunas noches, cuando llegaban "los de la selva", que es como llaman los darienitas de las áreas fronterizas a los guerrilleros.

Se conoció que ellos les tocan las puertas a las maestras, por lo que se les ha aconsejado que en esos casos deben guardar silencio. Luego, deben estar alerta ante cualquier situación.

PARA EVITAR MALOS RATOS
Las docentes relataron que cuando le tocan a la puerta personas extrañas no deben abrir, otra medida de seguridad es bañarse en el río antes de que caiga la noche. En Marragantí no hay agua potable ni luz, por eso se acuestan temprano.

LOS ESPERAN
Entre tanto, en el pueblo de Bajo Chiquito, que queda a cinco minutos de Marragantí en piragua, desde que llega el viernes en la tarde hasta el domingo se mantienen en sus casas, porque "salen los del monte".

Pueblos como Bajo Chiquito y Marragantí en la vertiente del río Tuqueza, ambos poblados fronterizos con Colombia, parecieran pueblos olvidados, pero para los guerrilleros representan un oasis, porque les sirven de paso y para abastecerse de alimentos.

En Bajo Chiquito no hay autoridad que los detenga ni tampoco existe alguna oportunidad de ingreso extra, pues sacar sus productos les resulta costoso. Llevar sus cosechas y artesanías a Yaviza, pueblo que tiene mayor movimiento comercial, les representa unas seis horas en piraguas con motor. A esto hay que agregar que la gasolina tiene un costo de $5 dólares el galón.

SUEÑAN CON TENER SEGURIDAD
Abel Tócamo, presidente local de la comunidad de Bajo Chiquito, y otros dirigentes exigieron seguridad y negaron que les ofrezcan protección a los insurgentes o que exista algún trato con los guerrilleros.

Un testigo, quien pidió reserva de su nombre por seguridad, reveló que no es así, ya que la llegada de estos guerrilleros trae consigo ganancias a los propietarios de tiendas, que están muy abastecidas. Las compras las hacen de noche y casi se quedan sin mercancía, precisó la fuente.

Mientras, los dueños de las abarroterías aseguran que no quieren problemas pues, si no les dan lo que quieren a la buena, de lo contrario se lo llevan a la mala.

MEJOR A LA BUENA...
Uno de los dueños de abarrotería, de las cinco que existen en Bajo Chiquito, dijo que él fue privado de su libertad por cuatro días, razón por la cual ya no duda en darles lo que quieren. En este pequeño pueblo existen dos cantinas, donde la música vallenato es del agrado de todos.

El equipo de DIAaDIA que pasó la noche en Marragantí pudo constatar que el pueblo se acostó temprano. Y en la madrugada solo se escuchaban pasos y las botas, además las conversaciones no eran el habitual lenguaje de los emberá ni el acento.

El corazón del reportero gráfico y el de la periodista latieron fuertemente, pero continuaron acostados esperando el amanecer y que el peligro pasara, mientras reposaban en su tambo, que solo era techo y sin paredes.

Tomar alguna evidencia fotográfica para comprobar esta experiencia representaría que esta nota periodística no llegara a publicarse, por el costo que representaría.

En la mañana, DIAaDIA confirmó su presentimiento de que no era la Policía la que estaba abajo y en los alrededores de la vivienda, sino otros.

NADIE SE CORRIO EL RIESGO
Al día siguiente se hizo el esfuerzo de conseguir una foto, pero fue imposible; la imprudencia podría traer consecuencias que pondrían en peligro la vida de quienes allí vivían si descubrían esta hazaña.

Pero horas antes, casi a las 6:00 p.m. del día jueves, cuando todos se preparaban para el baño, se escuchó un ruido seco, los policías explicaron que era una bombita.

Minutos después, cerca de donde el fotógrafo se bañaba, se escuchó otro estruendo; los policías corrían de un lado a otro, nuevamente se dijo que era otra bombita. No obstante, una de las maestras decía que nunca en sus dos años allí había escuchado que los indígenas jugaran con esos objetos pirotécnicos.





 
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